Ixcán significa, en idioma q’anjob’al, tierra de muchos relámpagos y muchas lluvias; en kaqchikel significa mujer o madre serpiente. Este municipio del norte de Guatemala fue territorio selvático inexplorado hasta que la colonización inició en los años 60s del siglo pasado. Los colonizadores, campesinos pobres, llegaron del altiplano central y occidental del país en busca de tierra para producir, recurso que en sus lugares de origen era escaso, ubicado en pendientes y de poca profundidad cultivable. Encontrar tierras en la selva les permitió no verse obligados a trabajar en las grandes fincas de los terratenientes explotadores de la Costa Sur y la Boca Costa. La lejanía de estos nuevos asentamientos y cooperativas respecto de los centros urbanos hizo que los primeros colonos pudieran sobrevivir apartados de la relación con el Estado y ya en los 70s el grado de desarrollo comunitario en el medio de la selva era considerable.
A finales de los 70s e inicios de los 80s el Ixcán fue golpeado duramente por la política contrainsurgente del Estado guatemalteco; la región fue militarizada, y la violencia fue política de gobierno (persecución a líderes comunitarios y cooperativistas, asesinatos y aldeas arrasadas, prácticamente desaparecidas del mapa). La población, que unos años atrás había arriesgado la vida en el proceso de colonizar, tuvo que escapar de la violencia; muchos se refugiaron en territorio mexicano, otros huyeron a las ciudades y otros quedaron escondidos dentro de la selva en lo que se conoce como las Comunidades de Población en Resistencia (CPR). Mujeres ancianas, jóvenes, embarazadas, cargando cinco o seis hijos también formaban parte de la población que corrió para salvar su vida. Niños y niñas dejaron sus juguetes, sus animales de patio y su alegría en las aldeas que estaban siendo quemadas por columnas militares.
En 1998 cuatro de aquellos niños que salvaron su vida y vivieron en el sur de México por 13 años como parte de las familias de refugiados, entraron a la facultad de agronomía de la universidad estatal en Ciudad de Guatemala. A diferencia de otros estudiantes indígenas, estos cuatro compañeros no escondieron su historia ni su lengua: en los pasillos se les oía platicar en k’iche’, su idioma materno, mismo en el que desarrollaban las discusiones que la práctica de laboratorio de química orgánica exigía. Su fuerte y explícita identidad maya, además de su solidaridad como estudiantes y compañeros de clase, les valió el respeto y admiración en aquellos años de universidad. Eran conocidos como los Ixcán boys.
Estos jóvenes tenían, a sus 20 años, una larga y dura historia que contar. Con el retorno de miles de refugiados guatemaltecos ubicados en México, ellos también regresaron al Ixcán de donde salieron huyendo con sus padres. Y con la fuerza de la juventud y con su identidad comunitaria aportaron a la reconstrucción de su aldea Santa María del Tzejá. También en 1998 los jóvenes retornados se organizaron en la Asociación de Estudiantes y Profesionales de Santa María del Tzejá y aldeas circunvecinas (Aesmac Kemb’al N’oj). Hoy son 60 miembros, entre mujeres y hombres que estudian a nivel preuniversitario y universitario o que ejercen ya su profesión.
Esta juventud es motor de desarrollo e identidad comunitaria. Tiene un trabajo importante de recuperación de la memoria histórica para recordar a los familiares y amigos que cayeron en manos de la violencia militar. Sus conocimientos en las ciencias y la academia los ponen al servicio de la comunidad y de los más jóvenes: cada profesional que sale de las aulas del magisterio o la universidad dona un año completo de servicio comunitario trabajando duramente educación en los institutos de nivel básico o en el desarrollo de proyectos productivos. Es bueno saber que a pesar de la guerra fraticida que desangró al país, hay grupos de jóvenes que, nacidos y nacidas en la guerra, hoy son constructores de resistencia y de un nuevo destino. Jóvenes formando jóvenes. Identidad maya como semilla y cosecha de futuro.
A finales de los 70s e inicios de los 80s el Ixcán fue golpeado duramente por la política contrainsurgente del Estado guatemalteco; la región fue militarizada, y la violencia fue política de gobierno (persecución a líderes comunitarios y cooperativistas, asesinatos y aldeas arrasadas, prácticamente desaparecidas del mapa). La población, que unos años atrás había arriesgado la vida en el proceso de colonizar, tuvo que escapar de la violencia; muchos se refugiaron en territorio mexicano, otros huyeron a las ciudades y otros quedaron escondidos dentro de la selva en lo que se conoce como las Comunidades de Población en Resistencia (CPR). Mujeres ancianas, jóvenes, embarazadas, cargando cinco o seis hijos también formaban parte de la población que corrió para salvar su vida. Niños y niñas dejaron sus juguetes, sus animales de patio y su alegría en las aldeas que estaban siendo quemadas por columnas militares.
En 1998 cuatro de aquellos niños que salvaron su vida y vivieron en el sur de México por 13 años como parte de las familias de refugiados, entraron a la facultad de agronomía de la universidad estatal en Ciudad de Guatemala. A diferencia de otros estudiantes indígenas, estos cuatro compañeros no escondieron su historia ni su lengua: en los pasillos se les oía platicar en k’iche’, su idioma materno, mismo en el que desarrollaban las discusiones que la práctica de laboratorio de química orgánica exigía. Su fuerte y explícita identidad maya, además de su solidaridad como estudiantes y compañeros de clase, les valió el respeto y admiración en aquellos años de universidad. Eran conocidos como los Ixcán boys.
Estos jóvenes tenían, a sus 20 años, una larga y dura historia que contar. Con el retorno de miles de refugiados guatemaltecos ubicados en México, ellos también regresaron al Ixcán de donde salieron huyendo con sus padres. Y con la fuerza de la juventud y con su identidad comunitaria aportaron a la reconstrucción de su aldea Santa María del Tzejá. También en 1998 los jóvenes retornados se organizaron en la Asociación de Estudiantes y Profesionales de Santa María del Tzejá y aldeas circunvecinas (Aesmac Kemb’al N’oj). Hoy son 60 miembros, entre mujeres y hombres que estudian a nivel preuniversitario y universitario o que ejercen ya su profesión.
Esta juventud es motor de desarrollo e identidad comunitaria. Tiene un trabajo importante de recuperación de la memoria histórica para recordar a los familiares y amigos que cayeron en manos de la violencia militar. Sus conocimientos en las ciencias y la academia los ponen al servicio de la comunidad y de los más jóvenes: cada profesional que sale de las aulas del magisterio o la universidad dona un año completo de servicio comunitario trabajando duramente educación en los institutos de nivel básico o en el desarrollo de proyectos productivos. Es bueno saber que a pesar de la guerra fraticida que desangró al país, hay grupos de jóvenes que, nacidos y nacidas en la guerra, hoy son constructores de resistencia y de un nuevo destino. Jóvenes formando jóvenes. Identidad maya como semilla y cosecha de futuro.
Para más información sobre el Ixcán visite: http://www.youtube.com/cantabal
Contacto con la asociación AESMAC Kenb’al N’oj: aesmackn@yahoo.com
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